Sexto Domingo de Pascua
26.04.2016 12:05
El encuentro con la Palabra puede producir un fruto que cambie nuestra vida en un
antes y un después. Los que se encuentran con ella y la aman no sabrán lo que es la soledad.
Las palabras del evangelio de hoy suenan a despedida y sin embargo prometen una permanencia. “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. ¿De qué depende el que le sintamos cerca y percibamos su presencia de resucitado?
Él dice que de nuestra correspondencia a su amor. “El que me ama guardará mi palabra”… Amar es una decisión. Cuando amamos: escuchamos, sentimos, percibimos todo lo que la persona dice y hace, nos mueve y nos conmueve y esa presencia camina con nosotros tanto si ella está presente como si no lo está, porque el amor va mucho más allá del tiempo y del espacio.
“Guardar la palabra” es hacerla presente en nuestra vida personal y comunitaria. Es dejar que actúe como levadura para que vaya transformando la masa. No es esconderla ni preservarla como un tesoro en un museo, sino ayudar a que actúe en la realidad cotidiana mezclándola con nuestra harina y nuestra agua.
Por eso dice Jesús que el Padre y él se harán presentes en esa realidad y vivirán en aquellos que se propongan hacer y multiplicar pan. “Vendremos y haremos morada en él”.
“Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”. Jesús no nos ha prometido éxito, sino una paz diferente de la que da el mundo, una presencia constante, una enseñanza y recuerdo de esa Palabra que renueva constantemente nuestra vida.
¿Y nosotros que podemos ofrecer a cambio? Nuestro amor, nuestra fidelidad y constancia en la realidad que nos toca vivir. Ser levadura en la masa. Que nuestra vida se transforme en la Palabra que cada día nos devuelve la vida.
Carmen Notario