Quinto Domingo de Pascua
22.04.2016 09:07
Érase una vez una persona preocupada por un miedo recurrente, instalado en los forros de su alma, se decía: “¿qué querrá Dios de mí?, ¿qué tengo que dejar para cumplir su voluntad? ¿Por qué no remedia la situación de hambre, de enfermedad, de…”? se repetía. Alguien le dijo:
Cuando la experiencia de un Dios que pide, exige o es intervencionista anida en nuestro ser profundo, las consecuencias pueden ser devastadoras. Mira cómo empieza el evangelio de hoy ya que nos da una pista clave para que podamos acoger la experiencia de Vida Nueva sin que se nos escape como una hemorragia por no saber: “cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús…”
Si dejamos salir de los forros de nuestra alma las sombras producidas por una experiencia de Dios con mucha proyección de nuestras necesidades para que nos las solucione;
Si dejamos salir nuestra sombra, es decir, la parte de nosotros donde no alcanza la luz, porque tenemos miedo, porque nos hemos acostumbrado a la penumbra, porque no nos aceptamos como somos o creemos que no nos aceptan, y ello hace que no nos gustemos…
En definitiva, si dejamos salir lo que nos traiciona por dentro, luego, con menos ruidos, podremos oír las palabras que Jesús dice: “Amaos como os amo, esa es la señal de que sois de los míos”:
Él nos ama con nuestras luces y sombras, El no exige, se nos da, nos apabulla de amor y bondad y paciencia, y esperanza sobre nuestras vidas.
Su Amor concreto, sana cada una de nuestras heridas. Es experiencia de Resurrección, cuando despido al Judas en mí, y acojo al Resucitado, con una mirada nueva sobre mí, la comunidad y el cosmos.
Si acojo su luz, puedo ir amando como El. Despacito, pero sin pausa. Hace mucha falta.
Magdalena Bennásar Oliver. Misionera de la Palabra de Dios