ME MOLA LO DE LA CUEVA: SIN PAREDES POR MEDIO

29.12.2014 15:29

Hoy se habla mucho de repensar el cristianismo, yo lo apoyo por obvias razones y me atrevo a proponer especialmente en estas fechas “resentir el cristianismo”.
He sido invitada por dentro a dejar por unos días el gorrito occidental y a abrir de par en par el alma a la desnudez de los textos que acompañan las celebraciones  que la comunidad cristiana revivimos estos estos días.
Si nos predisponemos a sentir, a sentir con las entrañas tal vez todo resulte menos frío, porque al final la liturgia tiene sentido si está la vivencia. Sin la vivencia la liturgia es un ritual que puede decir algo o no. Parece que dice poco a mucha gente y mi reflexión es que se intenta caldear con emotivos villancicos  la ausencia de experiencia de cueva.
Muchos cristianos nos encontramos atrapados en la preparación de encuentros familiares que al final es lo que le da calor, no siempre amoroso, a las celebraciones, y el significado de lo que el año litúrgico nos recuerda en estas fechas se queda absorbido por las obligaciones familiares.
¿Contradicción? No me atrevo a afirmarlo porque evidentemente donde hay amor ahí está Dios y es Navidad y todo eso, pero los más comprometidos y comprometidas esos días están ausentes de las comunidades y sus momentos fuertes para la vida porque “vienen todos a cenar, a comer…”
Al final, se pasan las celebraciones, y con ellas la invitación de los textos sagrados a “sentir y vivir” la experiencia de Navidad. La densidad de cada palabra, de cada verbo-acción, de cada personaje y objeto, sin una buena Lectio imposible que transforme la fibra íntima de la comunidad que lo celebra. Sólo me atrevo a invitaros a madrugar un poco antes de que toda la maquinaria de desayunos…se ponga en marcha, y en el silencio de tu casa, sea la hora que sea, te sientes con el niño entre tus brazos y “le sientas”.  Y también “le dejes que te hable a ti” si consigues dejar tu repetitivo murmullo de siempre para acoger la Vida que se comunica no sólo por la Palabra, sino también y sobre todo cuando esa Palabra se hace carne. La que tienes  en el regazo de tu corazón, caldeando tu alma, en el silencio de tu hogar, un día cualquiera o quizás, si le coges el gustillo, todos los días de tu vida.
Yo me atrevo a hacerlo, y hoy de nuevo, como esos días pasados me habla de la cueva. Me insiste Jesús en que me detenga a escuchar-sentir, el significado de la cueva, para mi vida y la de la comunidad cristiana, y la de la familia.
La cueva no es un fin en sí mismo, es un fin de trayecto, es una etapa. Etapa imprescindible para comprender la encarnación. Es decir, el cristianismo no pasa de ser una buena ideología si no baja de la cabeza a las entrañas de la vivencia. La cueva es algo así como las entrañas de la humanidad, donde se siente la vida, porque es un espacio natural, sin cemento ni ladrillos, sin paredes medianeras, abierto.
La cueva es una apertura natural en la roca dura de la vida. La cueva es espacio para refugio, de la lluvia, la ley, el desahucio y el frío.
La cueva está dentro de nosotros y fuera. Dentro, es ese lugar marginal de mi ser que no me gusta, porque es oscuro, frío, no visitado porque me da miedo entrar…y a la vez es ese lugar de noche, sin luz artificial, que intimida asomarse porque no sabes qué o quién puedes encontrarte. Tal vez personas que me miran con recelo o con cariño…y es un buen momento de soltar las amarras, tirar las paredes que nos han separado o dividido. No sé, según como se ponga el crío igual nos vamos corriendo a poner el café, te sugiero que no, que te lo tomes antes y no te pierdas el final, como en la tele, que al poner anuncios te vas a la cama. Los anuncios son un respiro para que podamos seguir hasta el final. Los anuncios no son distracciones simplemente nos ponen en contacto con la realidad. Es verdad que hay que hacer muchas cosas, pero sólo una es importante ahora, aclarar esa mirada, discernir ese miedo, desempolvar ese recuerdo, con el crío en el regazo eso sí.
La cueva es esa apertura natural de la naturaleza que acoge y abriga y que Francisco de Asís en su vivencia de la Navidad nos la llena de naturaleza: animales, vegetación, riachuelos…todo expectante, todo en su estado puro: la nueva creación para el “hombrecito nuevo” que en la cueva  encontramos. La nueva creación, pues la que nos dieron hace casi 14 billones de años y que se ha venido haciendo, milagrosamente, célula a célula, molécula a molécula…esa la estamos destruyendo, porque los hombres y las mujeres tenemos miedo a la cueva, a las entrañas de la vida, de la historia y de Dios, porque la cueva contiene a Dios hecho carne, como el seno materno contiene el niño que será.
En la de dentro, si logro dejar miedos y me asomo, me descubro habitada por el Amor. Ese crío sonriente y que cambia de color y facciones según donde el conflicto sea mayor, tanto si es con personas de mi familia, de mi comunidad parroquial o religiosa…como si es conflicto entre naciones que dejan sembradas de “cuevas de refugiados” la geografía de muchas zonas, lindantes con la cueva que él eligió. Tal vez por ello.
Dos cositas más sobre la cueva y me callo. Una que para entrar “hay que agacharse”. Je, je, sí, sí, en España estamos viendo como los más altos hoy son agachados por la ley, pues Jesús nos dice, también vosotros y vosotras, sí, sí, los que hacéis agachar a los corruptos…os tenéis que agachar por dentro para que disfrutéis de lo que tanto necesitáis: vida-amor. ¡Ay de los que no sabemos agacharnos, o de los que ponemos excusas de rodillas…nos perdemos el Tesoro!
Y por último, y no por ello menos importante, la cueva no contiene paredes medianeras, es espacio abierto. Fijaos en el lío que nos mete el “rojito de Jesús” se carga el sentido de posesión egoísta de propiedad que no usamos y que otros necesitan….ay, ay,ay, como no se calle el crío…mejor me voy a los recados. Es que no se calla.

Un gran abrazo navideño, sonriente y “a lo cueva”.
Mª Magdalena y Carmen
 

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