La valla
12.02.2015 15:25
Hace unos días oí una noticia escalofriante: se van a cerrar los campamentos cercanos a la valla entre Marruecos y España por peligro….parece que el peligro son los emigrantes que no traen más que enfermedades, necesidad, violencia y muerte.
Me tocó porque hace solo unos días escuché al vivo el testimonio de cinco hombres africanos, jóvenes, llenos de vida, de su lucha por vivir, por trabajar dignamente y por ayudar a los miembros de su familia en Camerún y Guinea.
Nos narraron las penurias del largo viaje desde su país hasta nuestras fronteras, la dureza del desierto, el desespero de seguir hacia el norte porque en los países vecinos a los suyos no encontraban trabajo, apenas algo para poder sobrevivir.
Alguno jamás había oído hablar de España, no sabía dónde estaba, no era su meta llegar aquí sino encontrar un lugar donde vivir en paz y ayudar a los suyos. Al llegar a Marruecos se encontraron con los miles de compañeros-as que intentan saltar la valla cada día. Una experiencia cuando menos traumática para los supervivientes de una experiencia de miedo, de alto riesgo, de violencia y de muerte.
Estos cinco consiguieron salvar el obstáculo mayor pero no el único. Están en nuestro país pero su deseo de trabajar y enviar dinero a casa está por realizarse; por ahora aprenden nuestro idioma, nuestras costumbres. Nos agradecen el tener donde estar, donde vivir pero sufren porque la situación de necesidad se hace cada vez más acuciante en sus lugares de origen.
De entre el público que les escuchaba salió la voz del tópico, de la ignorancia atrevida que pregunta: ¿quién les engañó diciéndoles que aquí encontrarían trabajo; no saben que estamos en crisis? Varias personas conscientes de la realidad se abalanzaron: pero si ellos no buscaban venir aquí, si son las estructuras sociales y políticas de nuestros países las que provocan que aquellos que tienen menos recursos sean los más perjudicados y no les quede más remedio que arriesgar sus vidas para intentar sobrevivir.
La cuestión no es si cerrar o no los campamentos cercanos a la valla sino primero de todo ¿por qué construimos vallas, por qué no cuestionamos a los gobiernos que no se preocupan de su gente y “arremetemos” contra los pobres que hacen lo imposible por salvar sus vidas?
Otra noticia: unas trescientas personas han perdido probablemente la vida intentando llegar a las costas de Italia. Aquellos a quienes habían pagado para poder salir en lanchas hinchables les obligaron a hacerse a la mar a pesar del mal tiempo y de las pocas posibilidades de llegar a tierra.
El evangelio de Marcos que estamos leyendo estas semanas en las misas de diario nos indican cómo Jesús intentó con sus gestos y sus palabras abrir fronteras: en la religión, en los diferentes estamentos sociales, entre pueblos. Una apertura que con el tiempo le costaría la vida porque ni entonces ni ahora estamos dispuestos a que nadie nos rompa nuestras estructuras, nos cuestione nuestras tradiciones, nos cambie la imagen de Dios.
A Jesús no le interesó pactar ni con los romanos, ni con los fariseos, tampoco con los zelotas ni con los publicanos. Era demasiado libre como para formar parte de un “programa” con intereses creados. La verdad era para todos lo que quisieran escucharle y vivir el mismo tipo de libertad sin seguridades falsas de ningún tipo.
Por eso el evangelio hay que leerlo en un contexto, hay que buscar comentarios de personas entendidas en Biblia que nos den una visión de conjunto y que nos ayuden a interpretar. Si vamos demasiado por nuestra cuenta tenemos el peligro de no entender nada, lo mismo que nos puede pasar cuando oímos las noticias sobre nuestros hermanos de otros países que intentan llegar a Europa o a otros lugares de “primer mundo”. No es la ambición o el “querer ser y vivir como nosotros” lo que les mueve en general, sino una necesidad existencial de supervivencia y la necesidad inaplazable de paliar el dolor de sus familias que han dejado atrás.
Si opinamos lo mismo que la mayoría de la gente de nuestro alrededor ¿qué es lo que nos distingue como cristianos, seguidores de Jesús? ¿Rompemos fronteras como Él o nos acomodamos al sentir de quien no considera a los demás seres humanos como hermanos y hermanas? ¿Nos duele el bolsillo y la vida por compartir lo que tenemos y somos?
No basta una sonrisa, una palabra de afecto, es muy poco teniendo un maestro tan radical como el nuestro. El evangelio nos llama a ser buena noticia y para eso hay que usar mucho la cabeza y el corazón.
Claro que no vamos a solucionar los problemas que los gobiernos de muchos países no quieren ni mirar de frente. Jesús tampoco lo hizo, pero cuando alguien se quería justificar delante de Él le plantaba la verdad. No te excuses con argumentos de poco peso. Llama a las cosas por su nombre y no pases a todo el mundo por el mismo rasero. Si hay algo de lo que nos tenemos que ocupar y preocupar los cristianos es que nuestros hermanos y hermanas no sean tratados con la dignidad que se merecen. El sabernos hijas e hijos de Dios nos compromete la vida: hasta dónde sólo depende de nuestro amor y sensibilidad.
Carmen Notario