ALGO EN SUS OJOS LES IMPEDIA RECONOCERLO (Lucas 24,16)

16.04.2016 10:17

                

El texto viene precedido y seguido de expresiones sobre conversaciones y discusiones…algo demasiado frecuente en nuestro modo de relacionarnos. Hablamos y discutimos, pero ¿nos enteramos?

El misterio de la Vida, en todo el cosmos desde la persona de Jesús, se está manifestando delante de nuestros ojos. Estos ojos que miran y van descubriendo chispas de eternidad, de amor gratuito, de belleza renovada cada primavera, de sentimientos compasivos que transforman una mirada dura y crítica en una mirada llena de bondad que se concreta con gestos de generosa hospitalidad.

Algo en sus ojos les impedía reconocerlo. Miraban para otro lado, como nosotros cuando no sabemos ver lo que hay de verdad. Porque, ¿qué hay que ver? ¿De qué se está hablando?

Intuyo con tristeza que para muchos cristianos y cristianas este tiempo de Pascua se queda un poco sin chispa por falta de descubrir experiencias pascuales en nuestra propia vida. Siempre ha sido más popular la cuaresma que el tiempo de pascua. Esta realidad es indicativa de que nos es difícil la mirada de fe, ya que asumir el dolor y la muerte es inevitable, pero abrirnos al Espíritu y navegar a su impulso, es harina de otro costal.

El Evangelio nos narra experiencias de personas para que, desde su experiencia podamos comprender y vivir la nuestra.

Para las personas que queremos más sólo hay una receta: ponernos en camino, y si lo estamos, seguir caminando porque el paisaje cambia continuamente y aunque nos parezca conocido no es el mismo.

Algo en nuestros ojos nos impide re-conocerlo, conocerlo de nuevo hoy, desde nuestra situación y realidad vital. Desde la situación política y social. Desde los forros del alma a las capas del cosmos que están pendientes de cuidar y proteger la vida. Nuestra vida y la vida de todo.

Te propongo que te adentres en el silencio, si quieres, y desde ahí, te dejes guiar.

El silencio es el alimento de toda vida. Es donde se gesta la vida. Tanto es así que cuando entras en un bosque se te invita a callar para respetar la gran orquesta del silencio, donde cada uno realiza su tarea y en una armonía total recrean, sin saberlo, la belleza, el oxígeno, la energía, sin lo que la vida no existe.

Pero el silencio va más allá de capacitar para la vida. El silencio es la vida, porque es el cordón umbilical que nos une con Dios y desde El con el universo.

Algo en sus ojos-oídos, les impedía reconocerlo. ¡Claro! Las habladurías, las interpretaciones, los miedos proyectados…

Jesús es el varón del silencio. Y tiene un secreto para desearlo, buscarlo, pasar sus noches sumergido en él.  El silencio de Jesús no es un respirar vacío o la repetición de un mantra… lo que puede o no ayudar. El silencio de Jesús es silencio porque está habitado.

Su silencio es posible porque es experiencia de amor. No es ausencia y soledad. Es presencia y vida. Tal vez inexplicable. Tal vez incompresible e inefable, o sea, imposible de explicar en palabras.

El silencio de Jesús, y el nuestro, es una experiencia de amor. ¿Puedes explicar el amor que tú sientes con palabras acertadas? Posiblemente sean vanos esfuerzos para explicar una realidad que te envuelve pero que siempre que la quieres expresar, dices más sin decir que diciendo.

Pues eso es el silencio. Y ya me callo. Te invito a “sentarte y sentirte para que le puedas escuchar en el silencio y en silencio”

Algo en su corazón les permitía experimentarlo cuando en silencio “cogió el pan, se lo dio y desapareció, dejándoles en un silencio, lleno de ausencia-presencia”. ¡Cosas del Resucitado!

 ¡Estate atenta!  Posiblemente también te esté ocurriendo si te quedas en su silencio.

¡Feliz tiempo de Pascua!

Magdalena Bennásar Oliver

 

 

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