PASCUA EN EL JARDIN
24.04.2014 09:04
Todo ocurre en el jardín. Cuanto nos gusta, después del largo invierno, estar afuera, respirar ese aire fresco y amable de primavera y
recrear la vista en la inmensa variedad de colores que nos regala este tiempo del año en el hemisferio norte. Es en el jardín o huerta, o paseos por el monte o parques, donde vamos con nuestros seres más delicados, los niños y los mayores, cuando queremos regalarles salud. O vamos nosotros y nosotras cuando queremos respirar vida.
Y es que, todo ocurre en el jardín. En la primera creación Dios nos regala ese jardín completo, lleno de vida, símbolo de toda la plenitud
y abundancia de amor que se puede expresar en palabras. Un jardín en el que había armonía y convivencia entre las especies vegetales, las animales y la humana, y donde Dios dialogaba con el hombre y la mujer, de tú a tú.
Estos días nos dicen que ese jardín está en peligro de desaparecer. Estamos aniquilando los biosistemas que mantienen la armonía del delicado sistema llamado Tierra. No voy a repetir las causas porque en realidad es una, el egoísmo y la avaricia. Una última estadística de Greenpeace nos dice
que en 2100 miles de metros de costa habrán desaparecido en España por la subida del nivel del mar, entre ellos la ciudad de S. Sebastián, Marbella, Málaga, los archipiélagos y mucho más. Los viñedos del noreste serán desiertos.
Estamos hablando de 86 años, nuestros hijos pequeños, nietos, sobrinos lo verán y sufrirán si no lo detenemos ya.
El jardín es maravilloso, ayer celebramos una Eucaristía en un parque-jardín con el grupo del curso y era una belleza mística. No puedo
describir la belleza, es como el amor, se experimenta o no se entiende, en nuestra web hay muchas fotos colgadas de esos espacios de Irlanda que son entre místicos y misteriosos.
En ese jardín-parque hay cientos de especies traídas del Himalaya, China, Japón que conviven en un mismo hábitat con las nativas de
Irlanda y otras de diferentes orígenes europeos y sudamericanos. El sacerdote nos hizo notar que convivían en armonía, estaban tranquilas, se respetan y cada uno ofrece su belleza y su fruto, y todas felices reparten magia que nos hace sonreír y buscar en vano una expresión para describir lo que vemos y lo que ello nos hace sentir. Y coincide, alegría.
¿Por qué va a desaparecer ese jardín, o esa isla maravillosa que es mi tierra, o los cientos de tierras cultivables que producen el arroz,
comida básica de millones de personas en el hemisferio sur? ¿Por qué dice laniña en mí, y la joven, y la mujer? ¿Por qué?
Es en el silencio de mi jardín interior donde oigo la respuesta, y ese amor me susurra con su Palabra cariñosa y clara "porque no habéis experimentado el jardín ni al jardinero". M. Magdalena creyó que era un jardinero, y lo pasamos de largo, y lo era, ¡cómo no iba a serlo! El mismo creador cuidando de lo creado y de la criatura, Él no le dice que no lo es, la llama por su nombre, y esa voz, esa palabra creadora le devuelve la vida. La Vida que nace de ese encuentro y de esa voz y esa Palabra que leemos y oímos, y si nos detenemos nos adentra en el jardín del amor, de la paz, de la luz
sencilla, como la de primavera, que cura y airea las oscuridades de nuestros inviernos.
Y, en el jardín, como en el relato de la primera creación, se les dice a los humanos "cuidad de todo" en ese segundo jardín de la
resurrección se le dice a ella, sí, a M.Magdalena, cuida de los hermanos, ve y diles que...Esta vez la Palabra es precisa, somos los humanos los que necesitamos ser reconducidos. Hemos destruido la esencia de la vida, pero, si oímos su voz que pronuncia nuestro nombre, dándonos así identidad de hijos e hijas, no destruiremos la herencia de todo el cosmos, no sólo la mía.
En el jardín, cuando oímos su voz, volvemos la cabeza, la mirada, cambiamos nuestra manera de pensar. Ahí está la clave de todo. Para
descubrir al creador y ver la creación y la humanidad hay que cambiar la mentalidad. Entiendo, en lo más profundo, que esta experiencia es la base para
la justicia social, porque arranca compasión de mis entrañas, como un fuego de pentecostés.
Todos tenemos derecho y deber de estar en el jardín y de pasear con tranquilidad dialogando con el creador o con el resucitado
disfrutando de presentarle a nuestros hijos y amigos que todavía no le conocen.
En un jardín la gente está relajada, no es lugar de negocios ni de trabajo, es lugar de disfrutar y estar, sin más.
Demasiados jardines debajo del agua, o de la sangre de las guerras, o de las arenas del desierto, pero no perdamos la esperanza. Cuando
las selvas del Amazonas necesitan nutrientes y vitaminas, las arenas del Sahara se movilizan, cruzan el Atlántico mientras aprovechan para irse convirtiendo en nubes y cuando llegan al Amazonas llueven los nutrientes que contienen sobre los bosque y selvas, y todo, todo reverdece.
FELIZ TIEMPO DE PASCUA
Magdalena